
— 1 Corintios 10:23
En la vida enfrentamos muchas situaciones que nos provocan, que nos tientan a reaccionar, a defendernos, a pelear por tener la razón. Pero no toda batalla merece nuestra energía, ni todo conflicto merece nuestra atención.
Dios nos llama a ser sabios y discernir qué batallas vale la pena pelear. No porque no tengamos fuerza, sino porque sabemos que nuestra paz es más valiosa que demostrar que tenemos la razón. Jesús mismo fue ejemplo de esto: no respondió a toda acusación, no se defendió en cada injusticia. Él sabía cuál era su propósito, y nada lo sacó de su enfoque.
A veces peleamos con palabras que no edifican, con personas que no quieren cambiar, con situaciones que solo desgastan. Es ahí donde debemos hacer una pausa y preguntarnos:
¿Esto me edifica? ¿Trae gloria a Dios? ¿Vale la pena perder la paz por esto?
Elegir nuestras batallas no es señal de debilidad, sino de madurez. No se trata de rendirse, sino de saber qué cosas vale la pena enfrentar y cuáles simplemente debemos soltar y dejar en manos de Dios.
Oremos:
Señor, dame sabiduría para saber cuándo hablar y cuándo guardar silencio. Enséñame a escoger bien mis batallas, para no desgastarme en lo que no edifica. Quiero ser guiado por Tu Espíritu y caminar en paz, sin dejar que nada ni nadie me robe la calma que Tú me das. Amén
