“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.” — 1 Juan 4:18
El temor es una de las cadenas más fuertes que el enemigo usa para detenernos. Temor al fracaso, al rechazo, a la pérdida, al futuro… Pero el amor de Dios no solo nos consuela; nos libera. Cuando conocemos verdaderamente cuánto nos ama el Padre, el miedo comienza a perder su poder, porque comprendemos que no estamos solos ni desamparados.

El amor de Dios no es un sentimiento pasajero, sino una verdad eterna: Él nos amó primero, antes de que le buscáramos, antes de que hiciéramos algo para merecerlo. Ese amor nos cubre, nos perdona y nos sostiene aun cuando no entendemos el camino.
El temor se disuelve en la presencia del amor
Cuando dejamos que el amor de Dios habite en nuestro corazón, el temor no puede permanecer. Es como la oscuridad frente a la luz: no puede resistir. Por eso, cada vez que el miedo toque tu puerta, respóndele con la fe de que eres amada, escogida y guardada por un Dios que nunca falla.
El amor de Dios nos recuerda que pase lo que pase, todo está bajo Su control. Él no permite nada fuera de su propósito y todo lo que ocurre, incluso lo doloroso, puede transformarse en bien para quienes le aman.
Oremos juntos..
Señor, enséñame a confiar plenamente en tu amor. Que tu perfecta paz llene mi mente y mi corazón, y que todo temor sea echado fuera por la certeza de que Tú estás conmigo, me proteges y me sostienes.
Quiero caminar cada día en el poder de tu amor, libre de miedo, segura en tus brazos. En el nombre de Jesús, amén.
